miércoles, 13 de febrero de 2013

Bonjour Tristesse


Graba, una argentina en París.

Txt. Casandra Scaroni

Filmada en una París que lejos está de ser la de la postal turística, la tercera película del director argentino Sergio Mazza , Graba, cuenta la historia de una chica argentina que trata de abrirse camino en la ciudad de la luz. Aunque si hay algo que no tiene la París que muestra Mazza es luminosidad.

María (Belén Blanco, con una tristeza y una fuerza que llenan toda la pantalla), anda con su derrotero a cuestas. Lo primero que se sabe de ella es que está buscando una habitación donde alojarse. Se la ve en una París helada usar un teléfono público y luego tomar el subte para ir a conocer la que se supone va a ser su casa. No se sabe bien por qué María se empeña tanto en quedarse en una ciudad que a simple vista le es hostil. En realidad no se sabe mucho de nada de lo que pasa, y es quizás por eso, por el misterio con el que Mazza sigue a sus personajes, que Graba es una película que emana una suerte de imán, o de hechizo, que hace imposible resistirse a su (des) encanto. 

Los pocos balbuceos en francés que emite María, la comunicación casi inexistente en la convivencia con Jerome: un fotógrafo francés que le alquila la habitación de su hijo, que una separación un poco turbulenta le dejó vacía. La fábrica en la que trabaja, en la que no se escucha más que algún apuro distante por parte del jefe, y las largas caminatas por el Sena cuando amablemente Jerome le pide que no esté en la casa ( “mi hijo viene de visita y es una situación tensa”). Toda esa desesperanza que va de la mano con el andar errático de quién no tiene una habitación propia o un euro de más para sentarse en un café, se intercala con pequeños momentos de comunión silenciosa: compartir la cocina, cocinar para el otro, intercambiar nombres de verduras (“¿cómo se dice esto? ¿aubergine?”), también tener sexo. Pero estos momentos, que son casi ráfagas de vitalidad, no logran opacar la tristeza con la que (con sabia sobriedad) Mazza filma su historia.

Por otro lado también está Paris, con una belleza que se escapa al turista de manual. Con un invierno que la carga de melancolía y que acompaña a María en su vagar sin rumbo. Es que la belleza parisina parece estar ahí, en cualquier plano en el que se vea a María comer un sándwich  y en el que de refilón se ve el costado de Notre Dame, o los puestos callejeros de la ribera  del Sena. Por eso quizás ese final tan ambiguo pueda interpretarse como un halo de esperanza, porque como una especie de Antoine Doinel, María se enfrenta a la incertidumbre del futuro. No queda otra que seguir escapando, y ya se sabe que París no se acaba nunca.


2 comentarios:

  1. ¿Dónde se puede ver?

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  2. Hola! La dan en el Arte Cinema , en el Hoyts de Quilmes y en un Showcase de Córdoba.

    Saludos!!

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