martes, 6 de noviembre de 2012

El tío de Francia


Una introducción a la filmografía de Jacques Tati en el Palais de Glace

Txt Casandra Scaroni

Encontrarse con Jacques Tati siempre es una buena sorpresa. No hay mucha diferencia en si se tiene el orgullo tonto de conocerlo hace rato y de poder ver una referencia a su cine en cada sinsentido de la vida moderna, o si por casualidad se llegó a una escena cualquiera de Mi tío (1958) y a partir de ahí (o de cualquier otra escena de cualquier otra película) nació un amor instantáneo. Mayor es la sorpresa cuando se tiene la oportunidad de ver de un tirón todas sus películas en pantalla grande y como si esto fuese poco, gratis. Desde el 26 de octubre pasado (gracias a una colaboración entre la embajada francesa y el Palacio Nacional de las Artes) en el Palais de Glace se presenta una retrospectiva en orden cronológico de la obra del director francés y todas sus películas se presentarán durante noviembre.

El ciclo arranca con Jour de fete (1949) la opera prima de Tati que narra las peripecias de un cartero en un pueblito de Francia en, como bien dice el título de la película, un día de fiesta. Todo por lo que es casi humanamente imposible que a alguien no le gusté Tati, ya está acá: la capacidad de hacer comedia con todo el cuerpo, de usar el sonido ambiente y por sobre todo de encontrar lo absurdo, lo caricaturesco en lo cotidiano y de hacer comedia con eso. Es que la comedia de Tati, tan cercana a la de Keaton y porqué no también a la de los hermanos Marx, no necesita de diálogos y tampoco casi de historia para ser portadora de un ritmo caótico.

En su segunda película, Las vacaciones del señor Hulot (1953) aparece su icónico personaje, Monsieur Hulot, un hombre que no maneja muy bien las reglas del mundo adulto y que con su impermeable, su pipa y su sombrero a cuestas va causando estragos en el orden estructurado de la clase media francesa. Pero la crítica de Tati a la sociedad moderna y al progreso estupidizado no es nunca arrogante ni mucho menos cínica, al contrario, todos sus personajes son tratados con ternura, como la familia de Gerard, el sobrino del señor Hulot en Mi Tío, con la mamá aparatosa que quiere aparentar con los vecinos su casa ultra moderna y funcional, o el padre obsesionado con el rendimiento laboral y celoso de la relación de su vago cuñado con su hijo. Ninguno de los dos es juzgado por la película, son buenas personas que se quieren y se regalan cachivaches funcionales para su aniversario y que él único problema grave que tienen es que son extremadamente aburridos.

Por eso es quizá tan emocionante el final de Mi tío con el nene agarrando cómplice la mano de su papá. Porque en algún punto es un final esperanzado, quizás Tati confiaba en que aunque sea por error los adultos se despabilen y vuelvan a hacer zafarranchos.

Para ver la programación completa del ciclo hacer click aquí.



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