jueves, 15 de noviembre de 2012

Masterplan: entre dos mundos


Los directores Diego y Pablo Levy estrenaron en el BAFICI y luego llegaron al circuito comercial.

Txt Florencia Dopazo

El cine independiente y el cine comercial parecen ir por senderos separados y opuestos, que jamás pueden cruzarse. Los hermanos Levy son la excepción, y transitaron por ambos. Su segundo producción independiente, Masterplan, que se dio a conocer en el BAFICI, se restrenó en las salas comerciales. ¿Cuál es la receta para realizar un producto que se adapte a espacios, en teoría, tan antagónicos? 


La casualidad es la razón que ambos usan para justificar su conversión en directores de cine. Diego era un fotógrafo que luego de 20 años de profesión, quería probar cosas nuevas. Pablo era un actor que no tenía suerte en los castings. Se juntaron, y decidieron filmar el local de telas de su padre, y entrevistar a los empleados. Y así, también casualidad, nació su ópera prima, Novias, madrinas y 15 años, que recibió el premio del público en el BAFICI. “Esa fue una señal de que teníamos que hacer películas para la gente y no para un jurado o para ganar premios”, dice Pablo.

Fueron por más, e incursionaron en la comedia. Con Masterplan, duplicaron esa cuota de humor que se entreveía en su primer trabajo. Nombran como referentes a la comedia americana, las series yankees, Seinfeld, Friends. “Hace poco me dijeron que la comedia argentina quedo muy mal parada después de tantos años de Olmedo, Porcel, Francella, como que la comedia acá es “Papá se volvió loco”. Y de alguna manera me gusta esa idea de reivindicarla. Se puede hacer algo inteligente, divertido y cotidiano”, reflexiona Pablo.

Con su nuevo largometraje, continuaron de forma independiente. La dupla Levy-Levy trabaja en una especie de cooperativa cinematográfica: el elenco lo forman la madre, el padre y la abuela de los hermanos, el hijo de Diego, y hasta el mismo Pablo, y las locaciones son las casas de ambos directores. La diferencia, esta vez, fue que entre el selecto público del BAFICI, se encontraba gente de Disney, que les propuso distribuir la película. Ese fue su ticket de ingreso al circuito comercial, que plasmó su película a doce pantallas.

Comprendieron que allí la competencia eran súper producciones. “Las películas que están al lado nuestro son la de Tim Burton y la de 007, y uno se empieza a dar cuenta que ese es el gran problema del cine argentino en este país: los monstruos del cine, y que la gente las sigue eligiendo. No las juzgo, pero es difícil. Nos cuesta y más en una película en la que no hay actores de renombre”, coinciden.  Diego explica que la presión en las salas es el mayor obstáculo para obtener un espacio, porque las películas argentinas llevan muy pocos espectadores. Sin embargo, cree que la industria nacional esta en auge, que hay gran apoyo por parte del Estado y del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). “Me parece que el problema es la difusión en general. Se estrenan dos, tres películas argentinas por semana, eso implica un montón de guita invertida por el Estado, pero cómo las haces llegar al publico. Ahí hay un problema, hay una gran decisión política de apoyar pero hay una falla en el tema de la distribución”. 

¿Y a ustedes les gustaría hacer ustedes una gran producción, dejar de trabajar de forma independiente?

Pablo: Hay algo que me gusta mucho de la manera que tenemos de filmar nosotros y hay algo que me gusta mucho de lo que veo que hacen los demás. Buscaría el término medio, no quiero parecerme a otro. Siento que lo que hacemos nosotros tiene cierto mérito, esta bueno filmar en locaciones reales. Por ejemplo, en Masterplan nos valoraron mucho que la calle donde laburamos este sucia. No es que tuvimos un director de arte que vino y nos ensucio la calle, estaba así. Si vos ves super producciones seguramente aparezcan las calles de Buenos Aires todas limpias, perfectas, y la vida no es tan perfecta, el día a día no es tan perfecto, Buenos Aires no es tan perfecto. Esa imperfección a mi me gusta. 

Diego: Creo que vamos a terminar haciéndolo. La primera película éramos sólo nosotros dos, y en la segunda fuimos un grupito más armado, la tercera indefectiblemente va a terminar siendo un poco más grande. Yo me siento más cómodo con un equipo chico, poca gente; el laburo del fotógrafo es muy solitario. Trabajar de repente con un equipo de 40 personas, megáfono, quilombo, me da como una fobia tremenda, cuando me toque hacerlo veré si me acostumbro o salgo corriendo.

Ver funciones acá.

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