viernes, 26 de octubre de 2012

Guerrillero


Nahuel Perez Biscayart estuvo filmando en el sur de Francia hasta fines de septiembre. Ahora no sabe exactamente con qué sigue pero de algo está seguro: propuestas hay y sus ganas de jugar y actuar serán las únicas responsables de elegir con qué proyecto continuar.

Txt. Nicole Baler @nicolebaler

Mientras en Buenos Aires se transitan esos días inmundos que enloquecen el traspaso del invierno a la primavera, por Skype se ve el solcito francés. Del otro lado de la pantalla está Nahuel Pérez Biscayart en el departamento que le hace de hogar mientras filma Belle épine de Rebecca Zlotowski. Se anima a actuar en francés, aunque apenas balbucea unas palabras,  y pronto también lo hará en alemán. Este actor argentino de 26 años, que salta del circuito independiente al mainstream sin prejuicios -protagonizó Cara de Queso, Glue y La Sangre brota y participó de la versión argentina de Amas de casa desesperadas, sólo para ejemplificar- pasa de tema en tema y habla de miedos, pulsiones y su voluntad de evitar la rutina a toda costa. En los próximos meses, vol-verá a la Argentina para emprender un viaje a Bolivia con la filmación de Durazno, una película hecha con financiamiento colectivo.

Desde tu lugar de actor, ¿qué particularidades tuvo participar de un proyecto financiado por crowdfunding? 
Fue mi primer proyecto de este estilo pero más allá de la incertidumbre de las fechas de filmación por la falta de dinero, el proyecto es muy distinto por otras cosas: es un documental creativo, mezclado con ficción, que tiene un equipo de gente muy interesada e involucrada y eso le da una característica muy apasionada. Es raro también en términos de lenguaje porque no es ni un documental ni una ficción tradicional. Vamos a ver qué resulta de esa fusión para que sea interesante. 


A la hora de elegir proyectos, ¿qué condimentos tiene que tener uno independiente, en el que sabés que probablemente no vayas a recibir plata, para que te llame la atención?
Uno muchas veces hace trabajos en los que hay dinero para poder hacer proyectos como Durazno. El grupo de trabajo siempre es condicionante porque lo que hago tiene mucho que ver con las piezas humanas involucradas. Siempre me fijo en el director, la idea que hay detrás, las posibilidades de viajar. Me interesa que haya una intención de experimentar porque cuando hay muchas hipótesis de trabajo se vuelve incierto pero a la vez interesante y uno se implica más creativamente.

A la hora de elegir proyectos comerciales, ¿usás el mismo criterio?
Prefiero no elegir proyectos televisivos que me comprometan un año entero porque me parece mucho tiempo y no me banco estar metido en lo mismo. Necesito ir cambiando las piezas. Si puedo elegir, evito hacer novelas porque no me conmueven.

Parece que la rutina no es lo tuyo.
Estoy mal acostumbrado en ese sentido. O bien acostumbrado quizás. Para mí no existe la rutina, porque no me interesa. Hay una pulsión muy primaria que tiene que ver con querer actuar: con la necesidad de jugar, de divertirte, de perderte. En los inicios eso pesa mucho y aceptás cosas sólo para satisfacer esa pulsión. Ahora no me quiero achatar y meter en algo que en lo que no me sienta parte y que no me haga crecer.  

Actuaste en TV, teatro y cine, ¿qué aspectos tuyos como actor se ponen en juego en los distintos soportes?
No tiene nada que ver uno con otro. El teatro te expone mucho, hay que estar presente de pies a cabeza, no hay manera de apoyarse en otras cosas y es una cuestión grupal. En cambio la cámara te mira mucho más de cerca, hay que actuar menos y confiar en lo que se registra. En cine está todo fraccionado, son micro momentos de actuación. Es un trabajo mucho más ligado a la concentración que se hace en miniatura para el futuro. Por eso hay muchos actores de teatro que se aburren haciendo cine, a mi me pasa a veces. Pero a la vez tiene esa magia, el cine registra momentos únicos. En cambio el teatro es una masa que cambia función a función.

Hay una camada de actores a la que el público la reconoce como parte de un mismo grupo (Piroyansky, Efrón, Sylberberg, Urtizberea). Además de formarse con Nora Moseinco, ¿creés que hay algo que los define?
Para mí somos todos muy diversos. Ella tenía una manera muy particular de abordar la actuación ligada a la libertad, a la prueba, al error, a la no solemnidad, al juego libre. Para actuar siempre se pasa mucho por lo lúdico porque es algo muy personal, muy único, nadie puede jugar como juega otro. Creo que esa manera de ver la actuación, muy de la improvisación, permite a los actores despertar cosas personales y diferenciarse encontrando la riqueza en la expresividad de cada uno. Eso es Nora. Si hacés algo que parece preconcebido, te cachetea, te hace dar vueltas y bailar hasta que encuentres algo que de verdad es tuyo. Creo que los actores de Nora, si son interesantes es porque son úni-cos, porque trabajan en el camino de encontrar lo propio. 

En una entrevista, unos años después del estreno de Glue (2006), contaste que para vos esa película inauguró una nueva forma de hacer cine, muy ligada al disfrute, que definiste como “de guerrilla”. En una entrevista a Yashira Jordan (la directora de Durazno) para la web de Cultra, ella también habló de la filmación como “muy de guerrilla”. ¿Por qué te atrae ese tipo de proyectos?
Un cine de guerrilla es el que se hace sin recursos, sin equipos, sin autorizaciones correspondientes, todo fuera del sistema. En Glue nadie nos exigía nada mas allá del deseo de hacer un buen trabajo. Nos fuimos un mes al sur en verano con Nahue e Ine (por Nahuel Viale Muñoz e Inés Efrón, los tres compañeros de la escuela de teatro) y todo parecía perfecto. Había una libertad total, no había un productor con compromisos millonarios y no había fechas, entonces había un terreno de liber-tad muy amplio y todas las piezas estaban muy involucradas porque nadie ganaba un peso. Pero después hay otras películas que son en tono guerrilla por una cuestión estética, como en La sangre brota. El caso de Durazno es el más guerrilla de todos porque hay aún menos plata y encima nos vamos de viaje. Somos como un equipo de guerrilleros que se va moviendo, hay un objetivo muy claro detrás del cual vamos todos.



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