Una y una: Cultra recomienda la enorme Cloud Atlas y la más íntima Escuela Normal.
Txt. Casandra Scaroni
La primera semana de este 2013 que
despunta vino con algunos estrenos que parecen renovar un poco la fe
en lo que los jueves de cada semana tienen para ofrecer. Por
precipitado que parezca sacar conclusiones a esta altura, después de
estar rodeados de Piñones fijos y otras delicias varias, tener
estrenos muy buenos al mismo tiempo como lo son Escuela normal de
Celina Murga y Cloud Atlas de los Wachowsky, entusiasma a cualquiera.
Cloud Atlas es una película de esas
que son más grandes que todo. Ambiciosa como pocas, cuenta 6
historias diferentes, y lo hace sin problemas. Si bien todas ocurren
en épocas, y hasta en mundos distintos, tienen en común el
romanticismo de los protagonistas. Pero que esto no se confunda con
sentimentalismo, o como se ha dicho mucho, una visión zen del mundo.
El romanticismo acá es una forma de resistencia, de pararse frente a
un mundo que está más que gustoso de encasillar, y para eso los
Wachowsky usan todo lo que tienen a mano: El policial americano de
los 70, la ciencia ficción, un viaje en barco en tiempos anteriores
a la guerra civil de Estados Unidos, más ciencia ficción pero con
una especie de vikingos vengadores y sanguinarios con la cara de Hugh
Grant desencajada, la eterna disputa entre ingleses y escoceses, etc.
Todo este mejunje, que parece improbable que coexista, acá fluye y
da lugar a una película que hace que se salga del cine con el
corazón un poco más hinchado.
El otro estreno no es menos romántico.
La película de Murga, que se presentó en el Bafici del año
pasado, es un documental sobre la primera Escuela Normal del país, en
Paraná, Entre Ríos, de la cual la directora fue alumna. También es
una película llena de placer. Es que Celina Murga sabe cómo seguir a
los protagonistas de un día cualquiera de escuela, y de a poco ir
convirtiéndolos en personajes identificables: así se ve a la
directora recorrer los pasillos al principio, controlar la
asistencia de los profesores y cargar el jabón en los baños, o a los
chicos recibir una devolución de trabajos prácticos. Está la chica
más rebelde, que le discute a la profesora la manera en que corrigió
los trabajos y a la que que después ve prepararse para las elecciones
del centro de estudiantes. También sigue a la que va a ser su
rival, la muestra argumentar en una clase de cívica que la iglesia no debería
estar presente en la Constitución. Y si bien las elecciones, la
preparación de los chicos y finalmente el día de la votación, son de algún modo el centro narrativo, el documental de Murga es mucho
más que eso: es ver a los chicos formados a la mañana para izar la
bandera con caras de sueño, los peinados de las chicas, las
escaleras de ese edificio, las horas libres, las bombitas de agua y
todo lo que significan los últimos días de clases.
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