La película La educación prohibida plantea la necesidad de
un cambio en las instituciones escolares.
Txt. Florencia Dopazo
La
educación necesita aprender. La escuela –que se considera la principal forma de
acceso al aprendizaje- data de 200 años de antigüedad, por lo que su estructura
y sus prácticas resultan obsoletas para las necesidades de los educandos que
viven en el siglo XXI. Esta es la idea central que plantea el documental La educación prohibida, una exposición
de las fallas del sistema, que muestra además la urgencia de generar un cambio.
Hace
tres años, Germán Doin egresaba en la carrera de producción y dirección de
radio y televisión. Pero aquel título, lejos de acarrear el olvido de todo lo
relacionado con las instituciones académicas, despertó dudas e inquietudes
propias de su condición de estudiante, las cuales decidió plasmar en el cine. “La
película está destinada a personas como yo, que reflexionan sobre este tema y
que a diferencia mía no pueden buscar explicaciones sobre esto. Ya sean
maestros que se están formando, chicos que van a la secundaria, o adultos”, le contó el director a Cultra.
Durante
dos horas y veinticinco minutos, el espectador contempla un repaso cronológico de la historia de la educación, comenzando por una interesante explicación
sobre su origen. Germán sostiene que conocer de dónde viene la escuela otorga
muchísimas herramientas que permiten pensar por qué realizamos determinadas acciones
de manera casi automática. Además, genera una postura crítica sobre el
mantenimiento de esas estructuras, que no han sido transformadas ni
actualizadas. El film se completa con 90 entrevistas a docentes, psicopedagogos
y especialistas que no sólo enumeran un listado de falencias, sino que además
plantean modos alternativos de enseñanza.
Uno
de las particularidades de La educación prohibida es la manera en que se realiza su
distribución. El largometraje puede verse en la página
oficial de la película, donde está disponible para su descarga. Además, cuenta con una licencia copyleft, lo que
permite que cualquier persona pueda reproducirlo, copiarlo, reeditarlo y proyectarlo, con la única condición de que sea sin fines de lucro. Gracias a
este permiso, ya se programaron más de 200 presentaciones en 24 países.
Otro
punto a destacar es el modo en que se financió el film. “Escoger subirlo a
internet y compartirlo, implica que
tenemos una lógica comercial completamente diferente a los de las películas tradicionales, que son financiadas por los privados o por el INCAA en la Argentina,
se venden y están pensadas para generar alguna ganancia. Nosotros no teníamos
esa intención”, explicó Germán. Por eso con Verónica Guzzo, la
productora, implementaron lo que se conoce como financiamiento colectivo (o crowdfunding) :
compartieron su proyecto en las redes sociales, manifestaron
cuáles eran sus necesidades para llevarlo a cabo, y la gente interesada en dar su
ayuda –ya sea económica o de otro tipo- podía hacerlo y convertirse así en coproductor.
Actualmente, el documental cuenta con 704 colaboradores, uno de ellos fue Gastón
Pauls, que ofreció su participación y fue
protagonista de las escenas de ficción.
A
tan sólo ocho días de su estreno mundial, las cifras evidencian el fuerte apoyo
recibido hasta el momento: 30 mil personas la vieron en proyecciones
independientes, tuvo más de un millón novecientas reproducciones en You Tube y 170 mil descargas directas. “La educación
prohibida” ya está generando la reflexión y el debate que tanto buscaban sus creadores,
y que es sólo el primer paso de muchísimos tantos necesarios, para lograr el cambio, y que, finalmente, la educación aprenda.
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