Canción
de amor, de Karin Idelson, el miércoles en Matienzo.
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Casandra Scaroni
Pasa algo
extraño en la relación del cine con las canciones. Como si fuera una especie de
redención que le dan las imágenes, o de fuerza, que hace que ciertos temas que
quizá no se escucharían en otro contexto, o que se han escuchado hasta el
hartazgo no por propia elección sino por no poder escaparse de ellas, en la
pantalla cobren otro sentido y emocionen de manera imprevista. Ejemplos sobran
y por nombrar algunos cercanos en el tiempo se podría hablar de Historias extraordinarias de Mariano
Llinás, con El gato en la oscuridad, de Roberto Carlos, o de Aquel querido mes de agosto de Miguel Gomes y las canciones populares de Portugal
que en Argentina se conocen por los
Pimpinela.
Karin Idelson
parece saber bien todo esto y redobla la apuesta con Canción de amor, al hacer
una película en la que las únicas protagonistas son las canciones que, por
motivos diversos, “nos sabemos todos”. Pero hay algo novedoso en la propuesta
de Idelson, y es que la música elegida, romántica en su totalidad, no está
puesta para acompañar ninguna historia de amor, sino que es como un compañero
más de trabajo de aquellos que se encargan de ofrecer distintos servicios o
entretenimientos. Así entonces se puede ver a una señora limpiando un bidé de
una habitación de hotel mientras escucha una versión en español de Everything I
do I do it for you de Bryan Adams, o a un taxista escuchando la radio. Aunque
también, en muchos casos la música no es solo compañía, sino que es herramienta
de trabajo, y ahí está el vendedor de mp3 en el subte haciendo sonar vagón por
vagón Take my breath away, o el imitador de Elvis animando una cena.
El tono
realista de Idelson genera la sensación
de espiar algunos de los momentos de aquellos a los que acompaña la música y de
ser testigos de fragmentos de alegría genuina, como el baile en el club de
jubilados al ritmo de Alcides y su “no la dejes ir no la dejes ir…”, pero también
reconocer las situaciones cotidianas en las que una de esas canciones a las que
se podría tildar de placer culposo irrumpen en un viaje en taxi o en una fiesta
y hacen el día un poco mejor.
Estrenada en
el último Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, la opera prima de la
fotógrafa Karin Idelson se va a exhibir el miércoles 25 de julio en el Club Cultural Matienzo (Matienzo 2424) en el marco del ciclo Segunda Vuelta y es una
buena oportunidad para quienes se la perdieron en el Bafici o para cualquiera
que tenga ganas de salir cantando una que sabemos todos.
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