jueves, 4 de abril de 2013

Amor y castigo

Tabú, de Miguel Gomes.

Txt Casandra Scaroni

Miguel Gomes ya había hecho ardua la tarea de escribir sobre sus películas con Aquel querido mes de agosto: ese film inasible y hermoso que pasaba del documental a la ficción, del amor prohibido y melodramático entre primos al making off de una película y sus pormenores. Tabú, que se presentó en el Bafici del año pasado y que se está anunciando como estreno para este abril, es también inabarcable. Más allá de que esta vez haya una historia, un cuento a narrar, el misterio sigue reinando en los mundos filmados por Gomes: ya sea en una colonia portuguesa en África o en un casino en Lisboa.
La historia de Tabú es la historia de Aurora, a quién se la ve en la primera parte de la película (Paraíso perdido) vieja y glamorosa, (con anteojos de sol que hacen pensar que se está frente a una diva del cine clásico) contar un sueño sobre monos, en una suerte de monologo que bien podría ser un corto dentro de la película. Porque Tabú también es eso: historias dentro de la historia, idilios de ficción, canciones melosas sobre amores a primera vista y disertaciones al paso sobre el amor y sobre la falta del mismo.

La Aurora que se conoce en la primera parte es, entonces, vieja y vive los que se puede suponer que son los últimos días de su vida junto a Santa, su mucama (con la que tiene una relación de amor odio) y con las visitas constantes de Pilar, su vecina. El paraíso perdido que le da título a esta primera parte, se va a saber después, se refiere la juventud de Aurora en África y a un amor marcado por la tragedia, pero también es el paraíso perdido de Pilar, de la soledad absoluta al llorar frente a una película en el cine y tener a tu acompañante dormido al lado. Y también quizás el de Santa, que es un personaje lleno de misterio y del que no se sabe más que que está aprendiendo a leer con Robinson Crusoe. 
En el Paraíso, o la segunda parte, vemos a una Aurora aventurera y joven vivir un romance cargado de melodrama y destinado a la desdicha. Narrada con la voz en off de Ventura (su amante) y con el intercambio epistolar de los amantes que saben que la separación definitiva es inminente (ella está embarazada de su marido), la historia de Aurora y Ventura es placer puro. Y es que en el medio de cocodrilos con nombre de galán y de canciones de los Ramones, Gomes muestra como se filma algo tan intangible como la pasión.


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