martes, 25 de octubre de 2011

Un año sin televisión

Txt Emilia Erbetta


Hasta hace uno o dos años la pregunta: “¿qué harías un año sin televisión?”, tenía sentido. Después apareció Cuevana y cambió el aburrimiento del cable por el caprichoso Megaupload. En esa prehistoria viven los cuatro protagonistas de Un Año sin Televisión, la sitcom que un grupo de seis amigos, estudiantes de Comunicación Audiovisual de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), grabó en un mes y medio de rodaje frenético y estrenó un viernes de mayo en You Tube. Fueron seis capítulos que dejaron a todos pidiendo por más y que en este mes y en diciembre tendrán su continuación, cuando estrenen los especiales de elecciones y de Navidad que ya están grabando. 

 “La idea era ver qué serían capaces de hacer cuatro idiotas fanáticos de la tele cuando el aparato se les cae por la ventana y ya no tienen qué mirar”, resume el bahiense del equipo, Franco Cerana. Todo empezó con un pensamiento en voz alta, cuando uno de ellos tiró al pasar esa frase que siempre suena: “tendríamos que hacer una sitcom sobre esto”. Esto era su propia vida como estudiantes del interior que comparten departamento. Con esa idea en la cabeza, en 2008 grabaron y editaron un piloto que quedó en la nada pero les sirvió para armar su propia productora, Tangram, con la que empezaron a hacer spots y videoclips: “Veníamos laburando mucho para terceros y a ultimo momento dijimos: ‘¿y si volvemos a Un año Sin Television y lo hacemos para internet?’ Entonces rapidamente escribimos los guiones, nos dividimos y empezamos con la pre produccion”, resume Franco.

 La receta fue actuar, grabar, editar y no dormir. Cada uno escribió un capítulo y dirigió otro, “para hacerlo como en la industria norteamericana y eludir esa cosa de autor que tanto gusta acá”, explica Cristian Ponce, el más grande del grupo, que tiene 28 y es de Cármen de Patagones. La serie se filmó casi toda en la casa de uno de ellos, en un cuarto era el set y en el otro la sala de edición. “Los que no dormíamos nos quedábamos editando. No había estufa y a medida que se fue acercando el invierno, empezamos a sufrir”, se acuerdan. Ellos también interpretan a los protagonistas, cuatro  nabos a los que el presupuesto les alcanza para comer huevos todo el mes y tienen una sola computadora, que el nerd del grupo usa para programar. Ni sueñan con tener Windows o internet y  menos con mirar televisión online.

La serie que en un principio pensaron que sólo iban a ver amigos y conocidos enseguida se les fue de las manos. “En facebook, que era nuestra única manera de hacer publicidad, empezamos a tener muchas devoluciones y eso nos daba más ganas de hacerlo”, reconoce Franco. Aunque los seis capítulos los hicieron con muy poca plata, que habían alcanzado a juntar con algunos videoclips, decidieron no amarretear y si el efectivo no alcanzaba, empezaba el rebusque. “Tratamos de no limitarnos con la producción, de cumplirnos los caprichos de todos, aunque sea con dos mangos, porque esos caprichos sirven para seguir teniendo ganas, para evitar el desgaste que existe siempre que un proyecto se extiende demasiado”.

 Como dice uno de los protagonistas en el primer capítulo, a los seis les gusta tanto la televisión que se anotaron “en la universidad de tele”. Pero como en la producción nacional no encontraban nada que les diera ganas de ver, probaron acercarse a algo que les gustara pero sin copiar un modelo.  Por eso la serie está llena de citas que oscilan entre el homenaje y la sátira. “Cada vez que estábamos a punto de que se parezca mucho a algo, íbamos para otro lado, y si queríamos copiar, lo hacíamos explícito”, aclara Cristian. Hicieron el programa que ellos hubieran visto, pensando en un espectador que consume productos de televisión pero en la computadora. “La idea de la muerte de la tele está planteada”, reconocen, “pero la solución está y es la que nosotros consumimos y para la que nosotros producimos”.


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