Una introducción a la filmografía de Jacques Tati en el Palais de Glace
Txt Casandra Scaroni
Encontrarse con
Jacques Tati siempre es una buena sorpresa. No hay mucha diferencia
en si se tiene el orgullo tonto de conocerlo hace rato y de poder ver
una referencia a su cine en cada sinsentido de la vida moderna, o si
por casualidad se llegó a una escena
cualquiera de Mi tío (1958) y a partir de ahí (o de cualquier otra
escena de cualquier otra película) nació un amor instantáneo.
Mayor es la sorpresa cuando se tiene la oportunidad de ver de un
tirón todas sus películas en pantalla grande y como si esto fuese
poco, gratis. Desde el 26 de octubre pasado (gracias a una
colaboración entre la embajada francesa y el Palacio Nacional de las
Artes) en el Palais de Glace se presenta una retrospectiva en orden
cronológico de la obra del director francés y todas sus películas se presentarán durante noviembre.
El
ciclo arranca con Jour de fete (1949) la opera
prima de Tati que narra las peripecias de un cartero en un pueblito
de Francia en, como bien dice el título de la película, un día de
fiesta. Todo por lo que es casi humanamente imposible que a alguien
no le gusté Tati, ya está acá: la capacidad de hacer comedia con
todo el cuerpo, de usar el sonido ambiente y por sobre todo de
encontrar lo absurdo, lo caricaturesco en lo cotidiano y de hacer
comedia con eso. Es que la comedia de Tati, tan cercana a la de
Keaton y porqué no también a la de los hermanos Marx, no necesita
de diálogos y tampoco casi de historia para ser portadora de un
ritmo caótico.
En su segunda película,
Las vacaciones del señor Hulot (1953) aparece su icónico personaje, Monsieur Hulot, un hombre que no
maneja muy bien las reglas del mundo adulto y que con su impermeable,
su pipa y su sombrero a cuestas va causando estragos en el orden
estructurado de la clase media francesa. Pero la crítica de Tati a
la sociedad moderna y al progreso estupidizado no es nunca arrogante
ni mucho menos cínica, al contrario, todos sus personajes son
tratados con ternura, como la familia de Gerard, el sobrino del señor
Hulot en Mi Tío, con la mamá aparatosa que quiere aparentar con
los vecinos su casa ultra moderna y funcional, o el padre obsesionado
con el rendimiento laboral y celoso de la relación de su vago cuñado
con su hijo. Ninguno de los dos es juzgado por la película, son
buenas personas que se quieren y se regalan cachivaches funcionales
para su aniversario y que él único problema grave que tienen es que
son extremadamente aburridos.
Por eso es quizá tan
emocionante el final de Mi tío con el nene agarrando cómplice la
mano de su papá. Porque en algún punto es un final esperanzado,
quizás Tati confiaba en que aunque sea por error los adultos se
despabilen y vuelvan a hacer zafarranchos.
Para ver la programación completa del ciclo hacer click aquí.
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