Ciclo de cine portugués en el MALBA
Txt Casandra Scaroni
Hace ya un par de años que el cine portugués
tomó nueva fuerza y empezó a dar que
hablar, sobre todo desde que en el Bafici del 2009
se estrenó Aquel querido mes de agosto, esa película tan hermosa como inabarcable de
Miguel Gomes. Pero antes de que
Gomes, y antes de que muchos otros como Paulo Rocha o Joao Cesar Monteiro siempre estuvo Manoel de Oliveira que, grande
en todos los sentidos ( tiene 104 años y estrenó su última película el año
pasado) empezó a filmar hace más de setenta años y no para.
Quizás con la excusa de estrenar la última
película de Oliveira, Gebo y la sombra, o quizás porque no hay necesidad de
excusas cuando se trata de ver en pantalla grande algo de esos mundos
fantásticos que solo los portugueses saben crear, el MALBA programó un ciclo de cine portugués que comienza este jueves 29 de agosto y que sigue hasta el 1 de
septiembre.
Un programa doble, capaz de hacer que el mundo
sea un poco mejor, es el del sábado 31, con el estreno de Gebo y la sombra y
màs tarde con la trasnoche de Aquel querido mes de agosto. La película de
Oliveira, basada en una obra de teatro de Raul Brandao, cuenta la historia de
un padre de familia, Gebo, que vive con su mujer y su nuera a la espera del
regreso de su hijo que se fue de la casa hace años y del que no tienen
novedades. La espera, la rutina y la posibilidad de una vida distinta
son el eje de los diálogos en Gebo. Y es que la de Oliveira es una película de
palabras y de planos largos, y al mismo tiempo muy alejada del teatro.
Es puro cine. Es en esa misma rutina de la que se queja la
madre, en esa espera eterna que la mujer de Gebo lleva a cabo, haciendo y
repitiendo las mismas acciones, donde Oliveira muestra que su cine está lleno
de vida. Así como en su anterior película, El extraño caso de Angélica, donde el
director mostraba esos desayunos en los que el protagonista, totalmente
enajenado por su romance imposible con el fantasma de la Angélica del titulo,
era inducido a tomar una taza de café por la dueña de la pensión en la que
vivía, aquí también con cafés recalentados y galletitas de por medio la familia
de Gebo y los vecinos que visitan y charlan sobre la honestidad y la ambición
viven sus vidas llenas de monotonía, sí, pero también llenas de misterios y de
sueños de los que parecen no ser del todo conscientes.
La película de Miguel Gomes también es una película misteriosa. Mezcla de documental y de ficción, o de
ficción dentro del documental de un
pueblo perdido de Portugal, filma pedazos de la vida de los pueblerinos. Aquel
querido mes de agosto, al igual que la película de Oliveira, muestra esos
momentos en apariencia intrascendentes: cenas familiares, concursos de canto de
canciones pop melódicas, un paseo en moto. Y
lo hace con la distancia de quién se sabe frente a algo imposible de
asir. No vaya a ser cosa que Portugal revele su misterio.