martes, 18 de junio de 2013

Dime cómo te llamas y te diré quién eres

Le Prénom, cena de Bobos.

Txt. Casandra Scaroni


Adaptar una obra de teatro al cine nunca fue tarea sencilla, o al menos si se juzga por los resultados  (Closer, El Método o La cena de los tontos, por nombrar algunas) la idea no parece muy alentadora. Pero esto parece no haber  asustado a los directores de la exitosa obra francesa Le Prénom (El nombre),  Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, para llevar a la pantalla grande  la historia de una  cena de amigos que se sale de control y  triunfar en el intento. 

Es que  los directores franceses  marcan desde el vamos la diferencia  en su  película con  un ritmo acelerado  en una suerte de montaje biográfico sobre la vida de los personajes principales, algo similar a lo que hacía Jean Pierre Jeunet en Amelie, pero sin el grotesco tan alejado de la realidad. Y ese aceleramiento lo  mantiene a lo largo de los diálogos que oscilan en todo momento entre un humor pueril y la crítica filosa a una burguesía  progresista  (los  Bobo como les dicen en Francia a ese sector privilegiado de la sociedad que son los burgueses bohemios). 

La historia es simple: una pareja de profesores (él todo un intelectual que da clases en La Sorbona y ella, de un vuelo más corto, sobreviviente en  la escuela pública) reciben a cenar  a un amigo de toda la vida y al  hermano de ella que está a punto de ser padre. El tema de conversación, y el puntapié inicial de la discordia es el nombre que el futuro padre eligió para su primogénito. Pero lo que parece una vana excusa para poner a los cuatro personajes a discutir sin tregua sobre la moral en dicha elección (uno de los momentos más graciosos es cuando Patrick Bruel elabora una lista con todos los nombres que estarían vedados por sus referencias fascistas), termina siendo el detonante que saca todos los secretos, tabúes y mentiras varias a la luz.

Quizás la mayor virtud de El nombre es ese vaivén constante en el que sus personajes pasan del egoísmo más chiquilín a la nobleza, y es que en ese vaivén está su humanidad, y lo que es más importante el humor de la película. Porque La Patellière y Delaporte parecen saber que para hacer comedia  no hace falta crear caricaturas para mostrar  lo ridículos que pueden ser los ricos y lo inteligente que son los espectadores, sino que  la mejor comedia está en poder reírse de uno mismo.

Ver horarios y salas, acá.


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